
En la Facultad de Medicina de Granada aprendí mis primeros conocimientos sobre medicina. Eran impartidos por unos señores que parecían sabios en su materia y ni a mí, ni a ninguno de los compañeros se nos ocurría poner en duda la verdad de esos conocimientos.
En años posteriores mientras hacía la especialidad la tónica fue más de lo mismo, recibí unas enseñanzas más prácticas que teóricas, pero sin atreverme a cuestionar lo que me enseñaban unos compañeros con unos conocimientos que en aquel momento parecían difíciles de alcanzar.
Con el paso de los años se despertó en mí el interés por aprender de otras fuentes, y poco a poco fue despertando una actitud más crítica. Todo esto me llevó a cuestionar muchos de los conocimientos adquiridos hasta ese momento, proceso que continua en la actualidad.
Después de 35 años en la profesión me hago la siguiente reflexión: he desaprendido mucho más que he aprendido. Es cierto que he adquirido conocimientos nuevos pero las horas de estudio, reflexión y trabajo me han servido más para desechar o cuestionar conocimientos anteriores que para adquirir otros nuevos. El estudio y la experiencia me han valido fundamentalmente para dividir todos los conocimientos adquiridos en mi primera etapa y separarlos en falsos, ciertos y dudosos.
Tengo la impresión que la medicina avanza mucho menos de lo que parece. Antes de continuar buscando nuevas teorías o nuevos tratamientos aprendamos a separar lo útil de lo ineficaz y sobre todo a eliminar lo dañino.